“Como organismos vivos preocupados por nuestra supervivencia, estamos naturalmente equipados para manejar nuestras vidas con el objetivo de crear más placer y menos dolor para nosotros mismos”
Tara Brach
Muchas cosas están completamente fuera de nuestro control – el envejecimiento, la enfermedad, la muerte, personas que actúan de manera que no nos gusta, nuestros propios estados de ánimo y nuestras emociones… todo está fuera de nuestras manos.
Cuando este hábito automático de controlar se hace cargo, cuando toda nuestra identidad está en el personaje del Controlador, estamos alejados de las cualidades de presencia, frescura, y espontaneidad;…
“…perdemos la capacidad de responder desde un lugar más sabio y compasivo”
Evaluando tu propia vida
Cuando estás con otra persona y te estás sintiendo ansioso, observa al Controlador en ti que está tratando de ser de determinada manera. Puedes notar que cuanto más inseguro te sientes, más entra en acción el Controlador. Todos tenemos nuestra manera diferente de convertirnos en él. A veces tratamos de controlar enmarcando o presentando las cosas de una cierta manera para provocar una determinada respuesta. Algunos de nosotros controlamos retirándonos. Podemos encontrarnos a nosotros mismos pensando, “Ok, si me vas a tratar de esta manera, entonces me voy a retirar.”
Otra manera en que controlamos es retrayéndonos en nosotros mismos, cerrándonos. También tratamos de controlar preocupándonos. Es completamente ineficaz, pero es lo que hacemos. Nos preocupamos y nos obsesionamos, pensamos y planificamos.
Sin embargo querer controlar las cosas es una parte natural de nuestra biología. La pregunta es: ¿lo hacemos de una manera que causa que nuestra identidad esté completamente envuelta en ello? A menudo, cuando tratamos de controlar todo, tendemos a encerrarnos en una experiencia de nosotros mismos como un ser mesquino, egoísta, y perdemos la visión de quiénes somos realmente.
Lo que hay que tener / Elegidos para la gloria
En su libro, Tom Wolfe describe cómo, en la década de 1950, unos pocos pilotos altamente entrenados estaban intentando volar a altitudes mayores a las que jamás se habían logrado. Los primeros pilotos para enfrentar este desafío respondieron frenéticamente tratando de estabilizar sus aviones cuando perdían el control. Podían aplicar corrección tras corrección; sin embargo, como estaban fuera de la atmósfera terrestre, las reglas de la termodinámica ya no se aplicaban, entonces los aviones simplemente se volvían locos. Cuanto más manipulaban los controles, más salvajes eran los recorridos. Gritando impotentes a la torre de control, “¿Qué hago ahora?” los pilotos se sumergían en su muerte.
Este drama trágico ocurrió varias veces hasta que uno de los pilotos, Chuck Yeager, inadvertidamente se topó con una solución. Cuando el avión empezó a caer, Yeager fue lanzado violentamente dentro de la cabina y se desmayó. Inconscientemente, se precipitó a tierra. Siete millas después, el avión reingresó a la densa atmósfera del planeta donde las estrategias estándares de navegación se podían implementar. Estabilizó el avión y aterrizó. Al hacerlo, había descubierto la única respuesta posible para salvar vidas en esta situación desesperada: no hagas nada. Quitar las manos es exactamente lo mismo con nosotros,
Como escribió Wolfe “Es la única manera que tenía.
Quitar las manos de los controles”
Fuente: Quitando las manos de los controles
Tara Brach